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“Por los cerros de Úbeda”

En el año1233 una acción concertada de las órdenes de Santiago y Calatrava, llevan a cabo la conquista de Úbeda, despues de medio año de asedio.

Cuando las tropas del rey Fernando III "el santo", rey de Castilla y León, estaban a punto de atacar Úbeda a los musulmanes (ciudad cerca de Baeza, en la provincia de Jaén), uno de los hidalgos aliados suyos que iba a ayudarle con sus huestes a tomar la ciudad desapareció antes de que empezase la lucha, éste, con pocas ganas de guerra, reapareció  justamente después de la conquista. Cuando le preguntaron que dónde se había metido durante toda la batalla él alegó que se había perdido por los cerros de Úbeda y desde entonces dicha frase se asoció primero a la cobardía, o cuando alguien intenta evitar responder una pregunta directa hablando sobre otra cosa no relacionada.

Empezar hablando de una cosa y terminar hablando de otras muy distintas sin llegar a saber muy bien cómo se ha llegado a ese punto

No hay tu tía

“No hay tutía" en tiempos de Cervantes se utilizaba este término con el significado de remedio o medicina


El término tutía procede el árabe tutiya, que significa sulfato de cobre. Se trata de un remedio utilizado en la medicina antigua, el hollín que resultaba de la fundición y purificación del cobre (hecho a base del óxido de cinc) era procesado para transformarlo en ungüento, que era llamado -según el lugar de procedencia y del elemento del que derivaba- tutía, atutia o atutía y parece que era muy citado popularmente en la época, al que le atribuían excepcionales virtudes curativas para determinadas enfermedades de la vista.


De esta manera, en tiempos de Cervantes se utilizaba este término con el significado de remedio o medicina. No haber tutía es, pues, no haber más remedio, carecerse de solución para un problema.
Fue tal el prestigio y popularidad del ungüento que el lenguaje popular, basándose en ello, terminó por mantener la frase "no hay más tutía", que luego derivaría "no hay tu tía" deformando la palabra tutía en tu-tía por desconocimiento e ignorancia de su sentido original, para dar a entender que algo, por su dificultad era imposible de resolver o curar.
Esta expresión la utilizamos cuando nos damos por vencidos en situaciones que no se pueden evitar o que no tienen solución. Así, cuando no se puede salir de un asunto, decimos no hay tutía, que equivaldría a no hay nada que hacer. Teniendo en cuenta su origen, Tutía debería escribirse, por tanto, junto. Sin embargo, el diccionario CLAVE incluye esta expresión en la entrada tía y aboga por su escritura separada sin tener en cuenta su origen.

INFLUENCIA HISTÓRICA DEL CATALÁN EN MURCIA

La conquista cristiana en el siglo XIII de las tierras murcianas, entonces bajo el dominio de los musulmanes, iniciada por Jaime I de Aragón y culminada por Alfonso X de Castilla, supuso el establecimiento en aquel territorio de una masa importante de repobladores que hablaban diversas variedades románicas.
Implantada la soberanía castellana sobre el reino de Murcia, faltaba todavía una repoblación cristiana efectiva. Así pues, la rebelión llevada a cabo por los musulmanes en 1264 significó un nuevo replanteamiento de la imperiosa necesidad colonizadora. En 1266 Jaime I asentó 10.000 hombres de armas para repoblar las tierras y al servicio “del adelantado de Castilla, don Alfonso García”. El mismo autor nos recuerda la crónica de Alfonso X cuando explica que “porque non podía aver gente de la su tierra que la poblasen, vinieron y e poblaron muchos catalans de los que eran venidos a poblar en el reino de Valencia”.
También las crónicas catalanas se ocupan con más o menos detalle de todos estos acontecimientos. Por ejemplo, Bernat Desclot (citado por Rubio García, 1967-68: 284) resume la campaña de la manera siguiente:
“El rey d’Aragó establí Múrcia e liura-la als homes del rey de Castela. E puys anà per tota la terra de Múrcia ab sa host e conqués tots los castels e les viles que els sarranys tenien e-l [sic] regne de Múrcia; si que no y romàs negun sarray qui poder agués, sinó ministrals e lauradors. E puys lo rey d’Aragó, quant hac tot lo regne de Múrcia conqués, liura-lo als procuradors del rey de Castela e tornasse-n abtotes ses gens en sa terra”.


Ahora bien, el cronista más explícito en este sentido fue Ramon Muntaner, que es reiteradamente citado en estudios sobre la influencia lingüística catalana en el murciano a raíz de su comentario sobre el catalán hablado en Murcia en su Crónica:
“E com la dita ciutat hach presa e poblada tota de cathalans, e axí mateix Oriola e Elx e Guardamar e Alacant e Cartagena e los altres llochs; sí que siats cert, que tots aquells qui en la dita ciutat de Múrcia o els davant dits llochs són poblats, són vers cathalans e parlen del bell catalanesch del món”
(vegeu Sempere, 1995).

De todas maneras, Menéndez Pidal rechaza la veracidad de las afirmaciones de Muntaner sobre el apogeo comentado anteriormente del catalán en Murcia y sugiere que el aragonés fue la lengua escrita por aquellos catalanes.
En la región de Murcia la lengua catalana seguramente desapareció hacia 1400, aunque en la comarca de Cartagena muy probablemente resistió hasta 1500.
Gual Camarena realizó un estudio exhaustivo sobre los apellidos y el origen de los repobladores cristianos, y reafirma la hipótesis de una mayoría catalana repobladora. Tras repasar todos los nombres que aparecen en el Repartimiento, ofrece las estadísticas siguientes: Catalanes de origen preciso: ilerdenses, 51; tarraconenses, 37; barceloneses, 34; gerundenses, 22. Catalanes de origen genérico: 964. El grupo de Catalanes de origen preciso se deduce por el comentario concreto sobre la procedencia de estos repobladores. El segundo grupo, Catalanes de origen genérico, se refiere a los nombres, los apellidos y los oficios que delatan filiación catalana. Nos encontramos con denominaciones como: Amalt, Ferrer, Fuster, Bernat, Carboner, Castel, Martorell, Paner, Ripoll, Tornel, Deusevol, Argenter, Especier, Graner, Vaquer, Berber, Ostalric, Talla, Torner, Samper, entre una larga lista que, según Gual Camarena, en muchos casos pueden ser apellidos y en otros muchos pueden ser oficios.
Las disputas entre Castilla y Aragón sobre el establecimiento de fronteras no acabaron con la repoblación de Murcia. La lucha civil en Castilla entre los infantes de la Cerda y el Rey Sancho IV favoreció que en 1289 el infante Alfonso de la Cerda entregara el reino de Murcia a Aragón, cuando en realidad el rey jure castellano era Sancho IV.
Escarmentado de este precedente, en 1296 Jaime II, nieto de Jaime I el Conquistador, emprendió la conquista del reino murciano. Aunque la opinión generalizada de muchos historiadores actuales es que la invasión fue rápida e incruenta, el hecho que Lorca no fuera conquistada hasta finales del año 1300, cuando la contienda había empezado el mayo de 1296, demostraría la fortísima resistencia que encontró Jaime II . Al fin, en 1304, y por mediación del rey Don Dionisio de Portugal, el conflicto castellano-aragonés se acabó. Una vez más se dibujó la línea fronteriza, ahora con ganancias sustanciales para Aragón, puesto que recibió la margen izquierda del Segura y la Cuenca del Vinalopó, incluyendo plazas como Villena, Alicante, Elche, Orihuela y Guardamar.
En cualquier caso, la etapa aragonesa de Jaime II (1296-1304) supuso el uso del catalán como lengua cancilleresca. En Massià encontramos el testimonio de las cartas redactadas en catalán desde Murcia de Bernat de Sarrià, de Pere de Montagut, procurador de Valencia, y de Ferrer de Cortell, batlle general de Murcia, a Jaime II. También es muy probable que esta etapa cancilleresca del catalán en Murcia supusiera el aumento del número de catalanes que se trasladaron a vivir allí.
A partir de los movimientos migratorios mencionados a las tierras murcianas, debemos presuponer que la colonización catalana de Murcia comportó una etapa de bilingüismo que sería la causante del actual sustrato catalán. Rubio García nos dice: “Es evidente que entonces se produjo una confluencia y una síntesis entre ambas culturas. Y si en la lengua dominó bien pronto Castilla, los documentos particulares de la época de Sancho IV son ya en castellano, pienso que durante mucho tiempo se produjo un estado de bilingüismo y, aunque la repoblación castellana y la Cancillería oficial impusieran pronto su criterio, el catalán queda en apellidos, topónimos, vocabulario y en muchos hábitos de los mismos habitantes”. Así pues, desde un punto de vista lingüístico, la mayoría de los medievalistas murcianos suponen una etapa políglota catalano-castellana-aragonesa con una castellanización progresiva y lenta.
No hay duda que el catalán se habló en Murcia. Las causas de la influencia léxica catalano-aragonesa se explican por el desplazamiento en Murcia de gente procedente de la Corona de Aragón no sólo durante la Reconquista, sino también durante la ocupación de Jaime II entre 1296 y 1304, y, en este sentido, los datos del Repartimiento de Murcia y de las crónicas nos dan suficiente información. Si bien es cierto que no existen documentos explícitos en relación con la utilización del catalán hablado por parte de núcleos de murcianos en época medieval (a excepción de la controvertida crónica de Ramon Muntaner), el material y los estudios dialectales aportados hasta hoy demuestran un sustrato léxico catalán que se remonta a la edad media.
Tal vez muchos de los murcianos que durante el siglo XX inmigraron a tierras catalanas, bautizados despectivamente con la palabra charnegos, fueron o son descendentes de aquellos repobladores catalanes y quienes sabe si de la nobleza medieval catalana.