El Rey y la anciana.


Cierto día llegó el rey Jaime I a la localidad de Albentosa y encontrándola vacía, preguntó a un joven dónde estaba la gente de aquel pueblo. El chaval le contestó que estaban todos en el castillo, celebrando la comida de la cofradía. Allá que se fue el monarca.
Al llegar al castillo, una anciana le cerró al paso y le anunció que no podía entrar en el castillo si antes no se hacía miembro de la cofradía. En aquel momento el rey tenía tanta hambre que no quiso entrar en discusiones y se hizo cofrade.
Así es como el monarca sació su hambre y Albentosa pudo contar, a partir de entonces, con el cofrade Jaime I.

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