¡A buenas horas, mangas verdes!.

La expresión se aplica al auxilio que llega tarde y, en general, a todo aquello que llega a destiempo.

En el siglo XIII, en Castilla existía una institución para defender el orden público: la Santa Hermandad, que alcanzó su apogeo durante el reinado de los Reyes Católicos. Éstos vestían un chaleco de piel que dejaba al descubierto las mangas de la camisa, que eran de color verde.
Por eso se llamaban, además de cuadrilleros (iban de cuatro en cuatro), mangas verdes. Parece que este cuerpo de policia rural fue eficaz en sus incios, pero que luego fue perdiendo efectividad, cediendo en disciplina, eficacia y que nunca llegaba a tiempo al lugar donde había un crimen. De ahí provenía la expresión :
¡A buenas horas, mangas verdes!.

Estar sin "BLANCA" en el S=XIV

Seguro que en alguna ocasión hemos utilizado la frase “Estoy sin blanca” expresión que utilizamos para referirnos a que no llevamos dinero encima o estamos sin dinero en ese momento. Esta expresión se dice por una moneda llamada “Blanca del Agnus Dei”, que fue acuñada en el año 1386 durante el reinado de Juan I de Castilla con motivo de las guerras contra el Duque de Lancaster



Con el paso del tiempo, la moneda fue devaluándose y acabó siendo acuñada únicamente de cobre, siendo su valor mínimo, por lo que alguien que no tuviese “ni blanca” representaba que estaba en la más absoluta de las ruinas.

El Rey Alfonso hizo popular el "Ir de Tapas"

Se asegura que fue el rey Alfonso X el Sabio quien dispuso que en los mesones castellanos no se sirviese vino si no era acompañado de algo de comida. Esto evitaba que el vino subiese rápidamente a la cabeza.

La tapa, al principio, se depositaba sobre la boca de la jarra o vaso servido, por lo que “tapaba” el recipiente: de ahí el origen de la palabra. Servía para acompañar la bebida y para evitar que algún “visitante volador” entrase en el preciado líquido.

En aquellos tiempos la tapa consistía en una loncha de jamón o en rodajas de chorizo o de otro embutido y, a veces, era sustituido por una cuña de queso.

Hay quien asegura que la historia de la típica tapa española surgió a raíz de la siguiente anécdota: el Rey Alfonso XIII estaba realizando una visita oficial a la provincia de Cádiz y al pasar por el “Ventorrillo del Chato” (venta que aún hoy existe) se paró para descansar un rato. El rey pidió una copa de Jerez, pero en ese momento una corriente de aire entró en la Venta y, para que el vino no se llenara de arena de la playa el camarero tuvo lo feliz idea de colocar una lonchita de jamón en el catavinos real. El Rey preguntó por qué ponían esa loncha de jamón sobre la copa, y el camarero disculpándose le dijo que colocó así la “tapa” para evitar que el vino se estropease con la arena. Al Rey le gustó la idea, se comió la tapa, se bebió el vino, y pidió que le sirvieran otro, pero con “otra tapa igual”. Al ver esto, todos los miembros de la Corte que le acompañaban pidieron lo mismo. Como podemos observar, es más o menos la misma historia pero con otro protagonista.

El Rey y la anciana.


Cierto día llegó el rey Jaime I a la localidad de Albentosa y encontrándola vacía, preguntó a un joven dónde estaba la gente de aquel pueblo. El chaval le contestó que estaban todos en el castillo, celebrando la comida de la cofradía. Allá que se fue el monarca.
Al llegar al castillo, una anciana le cerró al paso y le anunció que no podía entrar en el castillo si antes no se hacía miembro de la cofradía. En aquel momento el rey tenía tanta hambre que no quiso entrar en discusiones y se hizo cofrade.
Así es como el monarca sació su hambre y Albentosa pudo contar, a partir de entonces, con el cofrade Jaime I.

EL MILAGRO DE LAS SOPAS DE AJO

FUEROS Y SOCIEDAD EN EL REINO DE MURCIA BAJO LA HEGEMONIA DE ARAGON (1296-1304) -->
Cuenta esta leyenda que, estando el rey Jaime I en la ciudad de Teruel, cayó tan enfermo que todo el mundo temía por su vida. La enfermedad parece ser que le sobrevino como consecuencia de una cacería que había realizado en tierras de Gea de Albarracín. Ni los médicos judíos de Teruel, ni los propios galenos de la Corte, acertaban el remedio para sus males, y el rey estaba cada vez peor.
A uno de sus súbditos se le ocurrió la idea de aplicar al rey el mismo remedio que había utilizado, hacía tiempo, con un familiar suyo: poner a hervir una cazuela con agua, pan y ajos.


Los médicos,desesperados,aunque creyendo la idea un disparate, aceptaron la propuesta del súbdito.
Pan y agua sí que había, pero no ajos. Sólo en tierras de Valencia podían conseguirse. Seis jóvenes caballeros se ofrecieron voluntariamente para ir a buscarlos al reino de Valencia, que por aquel entonces todavía estaba bajo dominación mora. Tras mucho buscar consiguieron cinco cabezas del sabroso condimento. De tan peligrosa expedición sólo volvió sano y salvo uno de ellos, trayendo consigo cinco cabezas de ajos.
Una anciana fue la encargada de preparar las sopas de ajo que curaron en el acto su enfermedad y tras las cuales se le abrió tanto el apetito que continuó con unas chuletas de ciervo.
A la mañana siguiente, tras dormir como un lirón, fue informado de lo caros que habían resultado los ajos, pero el Rey, agradecido, recompensó a los familiares de los caballeros fallecidos así como al superviviente. Además dispuso que el cultivo de los ajos se propagara por todo su reino a fin de no tener que ir en próximas ocasiones al reino de Valencia y pagarlos tan caros.
Este dicen que fue el origen de las sopas de ajo.

INFLUENCIA HISTÓRICA DEL CATALÁN EN MURCIA

La conquista cristiana en el siglo XIII de las tierras murcianas, entonces bajo el dominio de los musulmanes, iniciada por Jaime I de Aragón y culminada por Alfonso X de Castilla, supuso el establecimiento en aquel territorio de una masa importante de repobladores que hablaban diversas variedades románicas.
Implantada la soberanía castellana sobre el reino de Murcia, faltaba todavía una repoblación cristiana efectiva. Así pues, la rebelión llevada a cabo por los musulmanes en 1264 significó un nuevo replanteamiento de la imperiosa necesidad colonizadora. En 1266 Jaime I asentó 10.000 hombres de armas para repoblar las tierras y al servicio “del adelantado de Castilla, don Alfonso García”. El mismo autor nos recuerda la crónica de Alfonso X cuando explica que “porque non podía aver gente de la su tierra que la poblasen, vinieron y e poblaron muchos catalans de los que eran venidos a poblar en el reino de Valencia”.
También las crónicas catalanas se ocupan con más o menos detalle de todos estos acontecimientos. Por ejemplo, Bernat Desclot (citado por Rubio García, 1967-68: 284) resume la campaña de la manera siguiente:
“El rey d’Aragó establí Múrcia e liura-la als homes del rey de Castela. E puys anà per tota la terra de Múrcia ab sa host e conqués tots los castels e les viles que els sarranys tenien e-l [sic] regne de Múrcia; si que no y romàs negun sarray qui poder agués, sinó ministrals e lauradors. E puys lo rey d’Aragó, quant hac tot lo regne de Múrcia conqués, liura-lo als procuradors del rey de Castela e tornasse-n abtotes ses gens en sa terra”.


Ahora bien, el cronista más explícito en este sentido fue Ramon Muntaner, que es reiteradamente citado en estudios sobre la influencia lingüística catalana en el murciano a raíz de su comentario sobre el catalán hablado en Murcia en su Crónica:
“E com la dita ciutat hach presa e poblada tota de cathalans, e axí mateix Oriola e Elx e Guardamar e Alacant e Cartagena e los altres llochs; sí que siats cert, que tots aquells qui en la dita ciutat de Múrcia o els davant dits llochs són poblats, són vers cathalans e parlen del bell catalanesch del món”
(vegeu Sempere, 1995).

De todas maneras, Menéndez Pidal rechaza la veracidad de las afirmaciones de Muntaner sobre el apogeo comentado anteriormente del catalán en Murcia y sugiere que el aragonés fue la lengua escrita por aquellos catalanes.
En la región de Murcia la lengua catalana seguramente desapareció hacia 1400, aunque en la comarca de Cartagena muy probablemente resistió hasta 1500.
Gual Camarena realizó un estudio exhaustivo sobre los apellidos y el origen de los repobladores cristianos, y reafirma la hipótesis de una mayoría catalana repobladora. Tras repasar todos los nombres que aparecen en el Repartimiento, ofrece las estadísticas siguientes: Catalanes de origen preciso: ilerdenses, 51; tarraconenses, 37; barceloneses, 34; gerundenses, 22. Catalanes de origen genérico: 964. El grupo de Catalanes de origen preciso se deduce por el comentario concreto sobre la procedencia de estos repobladores. El segundo grupo, Catalanes de origen genérico, se refiere a los nombres, los apellidos y los oficios que delatan filiación catalana. Nos encontramos con denominaciones como: Amalt, Ferrer, Fuster, Bernat, Carboner, Castel, Martorell, Paner, Ripoll, Tornel, Deusevol, Argenter, Especier, Graner, Vaquer, Berber, Ostalric, Talla, Torner, Samper, entre una larga lista que, según Gual Camarena, en muchos casos pueden ser apellidos y en otros muchos pueden ser oficios.
Las disputas entre Castilla y Aragón sobre el establecimiento de fronteras no acabaron con la repoblación de Murcia. La lucha civil en Castilla entre los infantes de la Cerda y el Rey Sancho IV favoreció que en 1289 el infante Alfonso de la Cerda entregara el reino de Murcia a Aragón, cuando en realidad el rey jure castellano era Sancho IV.
Escarmentado de este precedente, en 1296 Jaime II, nieto de Jaime I el Conquistador, emprendió la conquista del reino murciano. Aunque la opinión generalizada de muchos historiadores actuales es que la invasión fue rápida e incruenta, el hecho que Lorca no fuera conquistada hasta finales del año 1300, cuando la contienda había empezado el mayo de 1296, demostraría la fortísima resistencia que encontró Jaime II . Al fin, en 1304, y por mediación del rey Don Dionisio de Portugal, el conflicto castellano-aragonés se acabó. Una vez más se dibujó la línea fronteriza, ahora con ganancias sustanciales para Aragón, puesto que recibió la margen izquierda del Segura y la Cuenca del Vinalopó, incluyendo plazas como Villena, Alicante, Elche, Orihuela y Guardamar.
En cualquier caso, la etapa aragonesa de Jaime II (1296-1304) supuso el uso del catalán como lengua cancilleresca. En Massià encontramos el testimonio de las cartas redactadas en catalán desde Murcia de Bernat de Sarrià, de Pere de Montagut, procurador de Valencia, y de Ferrer de Cortell, batlle general de Murcia, a Jaime II. También es muy probable que esta etapa cancilleresca del catalán en Murcia supusiera el aumento del número de catalanes que se trasladaron a vivir allí.
A partir de los movimientos migratorios mencionados a las tierras murcianas, debemos presuponer que la colonización catalana de Murcia comportó una etapa de bilingüismo que sería la causante del actual sustrato catalán. Rubio García nos dice: “Es evidente que entonces se produjo una confluencia y una síntesis entre ambas culturas. Y si en la lengua dominó bien pronto Castilla, los documentos particulares de la época de Sancho IV son ya en castellano, pienso que durante mucho tiempo se produjo un estado de bilingüismo y, aunque la repoblación castellana y la Cancillería oficial impusieran pronto su criterio, el catalán queda en apellidos, topónimos, vocabulario y en muchos hábitos de los mismos habitantes”. Así pues, desde un punto de vista lingüístico, la mayoría de los medievalistas murcianos suponen una etapa políglota catalano-castellana-aragonesa con una castellanización progresiva y lenta.
No hay duda que el catalán se habló en Murcia. Las causas de la influencia léxica catalano-aragonesa se explican por el desplazamiento en Murcia de gente procedente de la Corona de Aragón no sólo durante la Reconquista, sino también durante la ocupación de Jaime II entre 1296 y 1304, y, en este sentido, los datos del Repartimiento de Murcia y de las crónicas nos dan suficiente información. Si bien es cierto que no existen documentos explícitos en relación con la utilización del catalán hablado por parte de núcleos de murcianos en época medieval (a excepción de la controvertida crónica de Ramon Muntaner), el material y los estudios dialectales aportados hasta hoy demuestran un sustrato léxico catalán que se remonta a la edad media.
Tal vez muchos de los murcianos que durante el siglo XX inmigraron a tierras catalanas, bautizados despectivamente con la palabra charnegos, fueron o son descendentes de aquellos repobladores catalanes y quienes sabe si de la nobleza medieval catalana.