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El Rey y la anciana.
Cierto día llegó el rey Jaime I a la localidad de Albentosa y encontrándola vacía, preguntó a un joven dónde estaba la gente de aquel pueblo. El chaval le contestó que estaban todos en el castillo, celebrando la comida de la cofradía. Allá que se fue el monarca.
Al llegar al castillo, una anciana le cerró al paso y le anunció que no podía entrar en el castillo si antes no se hacía miembro de la cofradía. En aquel momento el rey tenía tanta hambre que no quiso entrar en discusiones y se hizo cofrade.
Así es como el monarca sació su hambre y Albentosa pudo contar, a partir de entonces, con el cofrade Jaime I.
EL MILAGRO DE LAS SOPAS DE AJO
A uno de sus súbditos se le ocurrió la idea de aplicar al rey el mismo remedio que había utilizado, hacía tiempo, con un familiar suyo: poner a hervir una cazuela con agua, pan y ajos.
Los médicos,desesperados,aunque creyendo la idea un disparate, aceptaron la propuesta del súbdito.
Pan y agua sí que había, pero no ajos. Sólo en tierras de Valencia podían conseguirse. Seis jóvenes caballeros se ofrecieron voluntariamente para ir a buscarlos al reino de Valencia, que por aquel entonces todavía estaba bajo dominación mora. Tras mucho buscar consiguieron cinco cabezas del sabroso condimento. De tan peligrosa expedición sólo volvió sano y salvo uno de ellos, trayendo consigo cinco cabezas de ajos.
Una anciana fue la encargada de preparar las sopas de ajo que curaron en el acto su enfermedad y tras las cuales se le abrió tanto el apetito que continuó con unas chuletas de ciervo.
A la mañana siguiente, tras dormir como un lirón, fue informado de lo caros que habían resultado los ajos, pero el Rey, agradecido, recompensó a los familiares de los caballeros fallecidos así como al superviviente. Además dispuso que el cultivo de los ajos se propagara por todo su reino a fin de no tener que ir en próximas ocasiones al reino de Valencia y pagarlos tan caros.
Este dicen que fue el origen de las sopas de ajo.
INFLUENCIA HISTÓRICA DEL CATALÁN EN MURCIA
Implantada la soberanía castellana sobre el reino de Murcia, faltaba todavía una repoblación cristiana efectiva. Así pues, la rebelión llevada a cabo por los musulmanes en 1264 significó un nuevo replanteamiento de la imperiosa necesidad colonizadora. En 1266 Jaime I asentó 10.000 hombres de armas para repoblar las tierras y al servicio “del adelantado de Castilla, don Alfonso García”. El mismo autor nos recuerda la crónica de Alfonso X cuando explica que “porque non podía aver gente de la su tierra que la poblasen, vinieron y e poblaron muchos catalans de los que eran venidos a poblar en el reino de Valencia”.
También las crónicas catalanas se ocupan con más o menos detalle de todos estos acontecimientos. Por ejemplo, Bernat Desclot (citado por Rubio García, 1967-68: 284) resume la campaña de la manera siguiente:
“El rey d’Aragó establí Múrcia e liura-la als homes del rey de Castela. E puys anà per tota la terra de Múrcia ab sa host e conqués tots los castels e les viles que els sarranys tenien e-l [sic] regne de Múrcia; si que no y romàs negun sarray qui poder agués, sinó ministrals e lauradors. E puys lo rey d’Aragó, quant hac tot lo regne de Múrcia conqués, liura-lo als procuradors del rey de Castela e tornasse-n abtotes ses gens en sa terra”.
Ahora bien, el cronista más explícito en este sentido fue Ramon Muntaner, que es reiteradamente citado en estudios sobre la influencia lingüística catalana en el murciano a raíz de su comentario sobre el catalán hablado en Murcia en su Crónica:
“E com la dita ciutat hach presa e poblada tota de cathalans, e axí mateix Oriola e Elx e Guardamar e Alacant e Cartagena e los altres llochs; sí que siats cert, que tots aquells qui en la dita ciutat de Múrcia o els davant dits llochs són poblats, són vers cathalans e parlen del bell catalanesch del món”
(vegeu Sempere, 1995).
De todas maneras, Menéndez Pidal rechaza la veracidad de las afirmaciones de Muntaner sobre el apogeo comentado anteriormente del catalán en Murcia y sugiere que el aragonés fue la lengua escrita por aquellos catalanes.
En la región de Murcia la lengua catalana seguramente desapareció hacia 1400, aunque en la comarca de Cartagena muy probablemente resistió hasta 1500.
Gual Camarena realizó un estudio exhaustivo sobre los apellidos y el origen de los repobladores cristianos, y reafirma la hipótesis de una mayoría catalana repobladora. Tras repasar todos los nombres que aparecen en el Repartimiento, ofrece las estadísticas siguientes: Catalanes de origen preciso: ilerdenses, 51; tarraconenses, 37; barceloneses, 34; gerundenses, 22. Catalanes de origen genérico: 964. El grupo de Catalanes de origen preciso se deduce por el comentario concreto sobre la procedencia de estos repobladores. El segundo grupo, Catalanes de origen genérico, se refiere a los nombres, los apellidos y los oficios que delatan filiación catalana. Nos encontramos con denominaciones como: Amalt, Ferrer, Fuster, Bernat, Carboner, Castel, Martorell, Paner, Ripoll, Tornel, Deusevol, Argenter, Especier, Graner, Vaquer, Berber, Ostalric, Talla, Torner, Samper, entre una larga lista que, según Gual Camarena, en muchos casos pueden ser apellidos y en otros muchos pueden ser oficios.
Las disputas entre Castilla y Aragón sobre el establecimiento de fronteras no acabaron con la repoblación de Murcia. La lucha civil en Castilla entre los infantes de la Cerda y el Rey Sancho IV favoreció que en 1289 el infante Alfonso de la Cerda entregara el reino de Murcia a Aragón, cuando en realidad el rey jure castellano era Sancho IV.
Escarmentado de este precedente, en 1296 Jaime II, nieto de Jaime I el Conquistador, emprendió la conquista del reino murciano. Aunque la opinión generalizada de muchos historiadores actuales es que la invasión fue rápida e incruenta, el hecho que Lorca no fuera conquistada hasta finales del año 1300, cuando la contienda había empezado el mayo de 1296, demostraría la fortísima resistencia que encontró Jaime II . Al fin, en 1304, y por mediación del rey Don Dionisio de Portugal, el conflicto castellano-aragonés se acabó. Una vez más se dibujó la línea fronteriza, ahora con ganancias sustanciales para Aragón, puesto que recibió la margen izquierda del Segura y la Cuenca del Vinalopó, incluyendo plazas como Villena, Alicante, Elche, Orihuela y Guardamar.
En cualquier caso, la etapa aragonesa de Jaime II (1296-1304) supuso el uso del catalán como lengua cancilleresca. En Massià encontramos el testimonio de las cartas redactadas en catalán desde Murcia de Bernat de Sarrià, de Pere de Montagut, procurador de Valencia, y de Ferrer de Cortell, batlle general de Murcia, a Jaime II. También es muy probable que esta etapa cancilleresca del catalán en Murcia supusiera el aumento del número de catalanes que se trasladaron a vivir allí.
A partir de los movimientos migratorios mencionados a las tierras murcianas, debemos presuponer que la colonización catalana de Murcia comportó una etapa de bilingüismo que sería la causante del actual sustrato catalán. Rubio García nos dice: “Es evidente que entonces se produjo una confluencia y una síntesis entre ambas culturas. Y si en la lengua dominó bien pronto Castilla, los documentos particulares de la época de Sancho IV son ya en castellano, pienso que durante mucho tiempo se produjo un estado de bilingüismo y, aunque la repoblación castellana y la Cancillería oficial impusieran pronto su criterio, el catalán queda en apellidos, topónimos, vocabulario y en muchos hábitos de los mismos habitantes”. Así pues, desde un punto de vista lingüístico, la mayoría de los medievalistas murcianos suponen una etapa políglota catalano-castellana-aragonesa con una castellanización progresiva y lenta.
No hay duda que el catalán se habló en Murcia. Las causas de la influencia léxica catalano-aragonesa se explican por el desplazamiento en Murcia de gente procedente de la Corona de Aragón no sólo durante la Reconquista, sino también durante la ocupación de Jaime II entre 1296 y 1304, y, en este sentido, los datos del Repartimiento de Murcia y de las crónicas nos dan suficiente información. Si bien es cierto que no existen documentos explícitos en relación con la utilización del catalán hablado por parte de núcleos de murcianos en época medieval (a excepción de la controvertida crónica de Ramon Muntaner), el material y los estudios dialectales aportados hasta hoy demuestran un sustrato léxico catalán que se remonta a la edad media.
Tal vez muchos de los murcianos que durante el siglo XX inmigraron a tierras catalanas, bautizados despectivamente con la palabra charnegos, fueron o son descendentes de aquellos repobladores catalanes y quienes sabe si de la nobleza medieval catalana.
Zuleman Pintadura de Sevilla y Zag de la Maleha almojarifes del rey Alfonso X, arrienda la tercia de Beneyçar en 1.277
En una carta de Alfonso X (1257) de salvaguarda a todos los mercaderes, cristianos, moros y judíos para que puedan venir al reino de Murcia. En 1266, Alfonso X concedió, también, un privilegio general para establecer una feria en la ciudad, con salvaguarda para cristianos, moros y judíos. Sin embargo, la primera judería, un barrio separado en el cual deben vivir todos los judíos, la establecería el rey en 1267, en la ciudad de Murcia.
Escasas son las noticias sobre judíos en las otras ciudades del reino, por ejemplo Elche o Lorca. Para Elche existe una referencia enigmática en la carta de seguridad que otorga el infante don Manuel (1265) concediendo exención de cargos de homicidios de cristianos y judíos a los vecinos de Elche (al parecer, durante la guerra con Aragón). En 1273, el maestre de Santiago concedió el arrendamiento del territorio de Lorca a tres judíos: don Bono, don Jacobo y don Samuel, y, en 1274, extendió la zona comprendida en el arrendamiento: ...a la Sierra de Segura con Moratalla et con Ferez et con Priego et con Beneyçar...".
Abraham Avinu
La costumbre de pedir por las Ánimas estuvo muy extendida por numerosos lugares de la península Ibérica con el objetivo de oficiar misas para los difuntos y costear otros gastos de la Iglesia. El origen de estos grupos debemos buscarlo en las hermandades religiosas surgidas en el S.XVI y que se desarrollaron más plenamente en los siglos XVII-XVIII. Muchas de estas hermandades fueron suprimidas al comprobarse que su cometido era sólo un pretexto para organizar fiestas y banquetes y, con la evolución de la sociedad, su función dejó de ser necesaria.
Los aguilandos y animeras, son piezas musicales segun un guión, que se van cantando e improvisando 16 coplas que los demás deberán repetir a coro. En esas coplas es donde se pide por las ánimas. La música se basa repetitivamente en una serie de cuatro acordes que son muy parecidos también a la “danza de hachas” que compositores como Gaspar Sanz o Martín y Coll utilizaron, y que tan populares fueron entre los siglos XVI y XVIII.
Las cuadrillas tocan jotas, malagueñas, pardicas y otras piezas con estilo muy peculiar, enmarcados en los ritmos y formas de hacer de las cuadrillas de las comarcas de las Sierras del Segura y del noroeste murciano.
Gáfara
El empleo usual de la gifãra en la España musulmana está bien documentado en los textos de lbn Quzmãn, en cuyos zéjeles es mencionada frecuentemente:
zéjel núm. 24:
0.-Quien vistió traje celeste / de telares de Almería
no llevó gifãra encima / que no sea verde alfóncigo.
1.- Comprar quiérome una giãra / pero ha de ser de mi gusto.
De segunda mano pienso / porque no la quise nueva.
No me peta si no es fina, /terminada y que me siente.
por Dios, tela que es inútil / no quisiera yo comprarla.
2.- Ha de ser limpio el bordado / mas los vuelos bien cosidos y el borlón muy acabado / trabajito muy bien hecho.
Y, a más que no monte un lado / por delante sobre el otro, de tal forma que no caigan, / al ponérmela, igualados.
3.- Quita allá las que son cortas / que es mi talla aventajada! Con lo holgado me acomodo;/ no sé qué haga con lo escaso. Y la manga pegue sastra / que conozca bien su oficio:
lo que más odio en el mundo son las malas costureras.
4.- Fuese el corredor al zoco / al abrirse la almoneda.
"¿Hay acaso aquí una gifãra / de ocasión, cumplida, buena?'. Trajo al fin una zamarra / que no me gustaba nada……..
6.- "Hete aquí, siguió, una gifãra / que reúne cuanto pides..."
El almófar fue en principio, como su étimo el migfar o gifãra, una prenda a modo de capuchón para cubrir la cabeza y la parte superior del cuerpo, confeccionada primitivamente en piel o tejido grueso de lana afelpada que se remonta a la época de las grandes reconquistas, desde mediados del siglo XI hasta fines del XII,. De esta prenda derivaron dos modalidades. una de lujo, hecha de seda o brocado, y otra de uso meramente defensivo, fabricada en mallas, que se colocaba bajo el casco para ir al combate, completando la guarnición de la loriga.
En la lámina que representa la figura de Isaías del retablo de Granollers creo que se presenta una clara muestra de cómo era una de esas gifãras de gala, de brocado. En cuanto a su forma parece ser que no difería de lo que en castellano se denominó después muceta, prenda que había sufrido una evolución paralela con respecto a la originaría almuza.